
No hubo silencios. Todo recuerdos. Confidencias de los años recientes. Confesiones de lo que queríamos que fuera y no fue. Miradas cómplices que me devolvían a esos momentos y besos que robaron los últimos años de mi vida. Besos conocidos que se hacían eternos y que desembocaron en caricias para que mis manos recorrieran de nuevo caminos ya transitados. Una noche más, bajó las persianas de mi cuarto. Y ha vuelto a levantarlas muchas mañanas más en los últimos días. Nos encontramos seguido en la vida, y en mi cama muchas noches. Entró una vez más en mi alma, con más de lo mismo pero no igual. Las segundas partes no siempre son tan malas, y porque aunque Sabina se empeñe en lo contrario al lugar donde has sido feliz, a veces es conveniente volver, aunque solo sea para no olvidar.